historia y crítica |
A Dios rogando y con el mazo
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El 19 de julio de 1979, en Nicaragua, los sandinistas entraban altivos y triunfantes a Managua después de arrodillar y tumbar a la casi eterna dictadura somocista y su jauría de esbirros. Aquella misma fecha en Olanchito, Honduras, con menos bullicio y aparente menos significación histórica, nació teatro la fragua, en una humilde casa de teja y adobe. Fue el comienzo de un camino que ahora cumple 23 años de asombrosa terquedad y singular brillantez escénica. A 23 años, establecidos en la ciudad de El Progreso en un vetusto y tropicalizado edificio, el inventario de teatro la fragua comprende un repertorio de más de 51 montajes donde sobresalen: ĦEl evangelio en vivo!, Los cuentos hondureños, Los cuentos infantiles, y La trilogía de obras sobre la historia de Honduras y Centroamérica. Además, cuentan en su haber con una película documental, y cantidad de estudios publicados en prestigiosas revistas de la profesión teatral. Han realizado importantes giras por Centroamérica, Colombia, México, Estados Unidos y España. Asimismo, han estimulado el surgimiento de una tradición teatral hondureña a través de los talleres de teatro que han impartido en aldeas y pueblos de Honduras, El Salvador, y Guatemala, donde han convertido al teatro en una escuela alternativa para despertar la creatividad de aquellos sectores marginados de los centros de cultura y educación. Con un estilo original donde son perceptibles los ecos del teatro pobre de Grotowsky y las ideas pedagógicas de Paulo Freire, así como las herencias del teatro medieval y el teatro jesuita del renacimiento, la fragua se ha convertido en un referente importante del arte teatral en Honduras, rescatando y dando voz y difusión a las raíces religiosas, culturales, y políticas de Honduras y Centroamérica. Entendiendo que la finalidad del auténtico teatro es convertirse , con cada montaje, en un espejo donde los espectadores descubran las imágenes de donde brotan las raíces de su historia, de su cultura y de sus problemáticas: un teatro vivo, audaz y enérgico que en un sólo espectáculo combina la danza, el canto y la actuación, y que además de entretener también intenta transfigurar el corazón y pensamiento de su público. Honrar la trayectoria del teatro la fragua significa también reconocer los desvelos y luchas de su creador, el sacerdote jesuita Jack Warner. En él se cumple la sentencia popular de a Dios rogando y con el mazo dando. Su infatigable labor y su influencia dentro de la cultura hondureña sólo se comparan a los prodigios realizados por el padre José Trinidad Reyes. Como el padre Reyes, Jack Warner ha abierto nuevos horizontes para la profesión teatral en Honduras. Su trabajo lo ha efectuado desde las afueras de donde tradicionalmente se ha practicado el teatro, y sus actores los ha reclutado no de academias o universidades, sino de barriadas populares y colonias marginales. Hace poco la Universidad de Paul, en Chicago, rindió un merecido tributo a Jack Warner y sus jóvenes actores, otorgándoles el premio a la excelencia en las artes por su trabajo teatral en Honduras. Un premio que confirma que han acertado en la dirección que hace 23 años perfilaron para su trabajo en pro del arte y la cultura de Honduras. Ojalá y en los próximos años continúen manteniendo el compromiso con esa misma dirección: llevando el humanismo y el entretenimiento de su teatro a todas partes, especialmente allá donde nadie más llega. -- Carlos M. Castro |
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