noticias tlf Vol. xvi #3 Septiembre 1995



La Conección Cubana





(Carlos Manuel Pérez es solista con la compañía Danza Contemporánea de Cuba. En ese trabajo ha realizado giras de Rusia, Italia, Francia, Bélgica, Polonia, Hungría, España, Bulgaria, Nigeria, Angola, además de México, Venezuela, Perú, y otros países de América Latina. En la actualidad está en residencia en el teatro la fragua como maestro y coreógrafo. Vive en La Habana con sus esposa Silvia y dos Hijas.)

Ha visitado Honduras alguna vez, ¿no? Pues le invito. No lo haga pensando en encontrar las Cataratas del Niágara, las pirámides egipcias o una gran ciudad francesa o italiana, claro que no. Pero sí tendrá una cultura maya muy profunda, impresionante y palpable en las Ruinas de Copán. Una ciudad joven como El Progreso, fundada hace 100 años: con su parque y reloj, sus mercados que le dan vida y alegría con la constante afluencia de personas que entran y salen (nunca con las manos vacías), la Iglesia al centro del pueblo realizando sus Misas y obras de caridad, institución importante a cualquier nación católica. Y aquí para sorpresa suya puede encontrar a teatro la fragua, agrupación que realiza uno de los trabajos más hermosos dentro del proyecto socio-cultural de la ciudad de El Progreso. Pero si descubre e identifica que su director general es la misma persona que domingo tras domingo nos da la Misa para los niños, entonces el respeto y admiración por el Padre Jack Warner sj se multiplicaría.

Les voy a contar un pequeño pasaje que me sucedió el primer domingo que llegué a El Progreso, que por su importancia y repercución en mi vida como cubano, me hizo valorar y respetar aún más a este gran señor que es el Padre Jack.

Faltando 10 minutos para las 9:00 a.m., me recoge para asistir a la Misa, en la que aprovecharía él para presentarme a la magistrada que ayudó en mis papeles (aunque no resultó: no estaba en Progreso ese día).

Yo que había entrado a la Iglesia con aquel señor tan sencillo como tú y yo o cualquier otro del pueblo, con su rabo de mula por el pelo largo, un pulover de rayas, iba saludando a todos los que se encontraba en su camino, con aquella naturalidad, bondad, cariño y respeto que recibía de todos los allá presentes. Les confieso que no sabía que pasaba aún, porque muchos lo llamaban por su nombre y otros Padre; lo cierto es que yo estaba allí sentado observando y esperando el comienzo de la Misa.

Cuando de pronto vi salir aquel mismo hombre vestido de blanco con su estola verde fosforescente y todos los presentes darle la bienvenida al ponerso de pie y producirse un silencio absoluto en la Casa de Dios.

Yo no sabría describir cuantas cosas pasaron por mi mente; de pronto vi al mismísimo señor San Pedro, o al Hijo Jesucristo que había bajado en persona para dar fé a esa multitud reunida y que sólo esperaba una señal de él para sentarse.

Sin poder reaccionar a lo que estaba viendo, mis ojos se empezaron a humedecer y sentí como las gotas mojaban mis mejillas. Desde entonces comprendí que aún quedan gente buena en este mundo, aunque también esté convencido que la altura que alcanza este hombre supera todas las reglas.

La Misa se desarrolló tan bella y amena que confieso que por primera vez entendía la ceremonia y rezos que hacen los padres.

Cuando terminó ésta a las 10:00 a.m., en mi garganta quedaba un nudo de alegría, nerviosismo, pena, no sé; hay que vivirlo para experimentarlo.

A los pocos minutos lo tenía enfrente de mis ojos de la misma forma que entró (pituza, moño, pulover de rayas, etc.), tomándoles las manos a los niños, y cargándolos o montárselos a caballo en el cuello. Por el término de 10 o 15 minutos escuchaba atentamente lo que cada uno le decía como si fuera un cuento de hadas.

Desde entonces siempre que lo veo siento mucho más respeto y admiración por su persona. No crean que he sido vanidoso, porque aún queda mucho que decir de este hombre que posee una gran cultura y sensibilidad por las artes.

--Lic. Carlos Manuel Pérez Rodríguez
Bailarín solista de
Danza Contemporánea de Cuba







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