noticias tlf Vol. xvii #2 Junio 1996


Hablan los Turistas





Pedro: En la frontera me dijeron, "Anda, ve los barrotes." En Honduras no había visto señales de bala; en El Salvador en la mera frontera estaban los barrotes llenos de balas.

Oscar: Se agarraban allí la guerrilla con la armada.

Pedro: ¡Entrando al país y se miran allí las balas!

Oscar: La huella de la guerra.

William: Las carreteras de Honduras desde El Progreso hasta la frontera están buenas. Pero sólo pasando la frontera: allí hubo un tiempo calle, pero ahora sólo hay pedazos de asfalto, cemento, piedra, tierra, baches.

Chito: Hasta llegar al desvío a Chalatenango.

Oscar: Y saliendo de Chalatenango, vamos para Arcatao, al último pueblo de la carretera. ¡Virgen santa! La carretera es una montaña rusa: sube, baja, baja, sube.

William: Hay que doblar a la izquierda, luego a la derecha, darle vuelta a una loma, volver a subir.

Oscar: Es una culebra.

Chito: Montamos una pareja de avanzada edad que estaban pidiendo jalón.

William: Personas muy humildes. La señora de pocas palabras; el señor, de sombrero y con su machete, era quien más platicaba.

Oscar: Después de pasar por unos árboles caídos en la carretera, llegamos a una quebrada de unos 30 metros de profundidad.

Pedro: El río Sumpul.

Oscar: Es una vista bien linda. Hay un puente, pero apenas cabe un carro, y abajo el agua es clarita, adornada de piedras. Si alguien cae abajo...

William: El señor nos contó la historia de una matanza de campesinos en una emboscada en ese puente.

Chito: Esa historia la hacía vivir y yo empecé a vivir ese momento.

William: Contó que en el período de guerra, Chalatengango, Arcatao, y todas las aldeas aledañas eran territorio de los guerrilleros. Si un escuadrón de soldados se metía, corría el peligro de no salir. Día y noche se oían aviones, helicópteros, tanques, camiones de soldados.

Chito: Pero la guerra no solucionó nada. Con solo entrar a Arcatao se ve que la guerra sigue; la guerra está en que siguen marginados.

Oscar: Esa paz es pura política. La guerra es del hambre, la ignorancia, el analfabetismo, la desnutrición. Esa guerra los está matando.

William: "Hablan de paz en sus discursos y en secreto se preparan para la guerra."

Chito: Entrando a Arcatao se siente el calor de la gente del pueblo.

Pedro: Arcatao es un humilde pueblo en lo más metido de El Salvador, bastante retirado de Chalatenango. Es un desierto.

William: Las casas son de adobe, las calles angostas, pésimas; el valle está rodeado de montañas deforestadas y la tierra es árida.

Chito: Se ve en el rostro de la gente que es gente de lucha.

William: Se respira un aroma de pobreza.

Oscar: Pero la gente es linda. Han sufrido mucho con la guerra y viven aferrados a esa historia que los martirizó.

Chito: Lucharon por nada; se beneficiaron sólo los que están en el poder.

Oscar: Estos pueblos están olvidados como si no existieran en el mapa.

Pedro: No existen en el mapa.

Chito: Siempre que vamos a Arcatao nos reciben con los brazos abiertos: esos brazos que salen del corazón.

Pedro: En el taller había grupos de Arcatao, de Carasque, de Nueva Trinidad, y de Los Pozos.

Oscar: En el primer ejercicio nos pusimos en círculo y cada uno iba diciendo su nombre, la comunidad de la que viene, cuantos años tiene.

William: Les costó a los nuevos decir su nombre. Lo decían entre dientes, no se les escuchaba; unos se cubrían las caras al decirlo.

Oscar: Un niño me llamó la atención: se llama Mario. Era el niño más mudo; no se le entendía nada. Le hicimos repetir el nombre tres, cuatro, diez veces. Pero al final del taller estaba diciendo una poesía medieval: era el niño al que más se le entendía y los demás lo seguían a él. ¡El avance que tuvo ese niño!

Pedro: Fue increíble el desarrollo de todos en el transcurso del taller.

William: El último día unos hasta levantaron la mano para opinar.

Oscar: A medida que vamos entrando en el taller, ellos van despertando poco a poco. Son otras personas las que salen del taller, porque ya pueden expresarse.

Chito: ¿Porqué es que la gente que tiene el poder no se preocupa por esa gente marginada? Principalmente los niños, una buena educación para los niños. Yo tengo dos niñas muy lindas y las quiero mucho. Pude ver en esa niñez de Arcatao -- niños descalzos, niños cargando sus trozos de leña -- el reflejo de mis hijas. Yo pasé por esa experiencia y no me gusta que pasen los demás por ella.

William: Todos son niños adultos. No tuvieron una adolescencia. Pasaron directamente a ser adultos cuando agarraron un fusil.

Oscar: Había tres niñas que eran más chiquitas que las otras, dos de ellas de unos once años y la otra como de nueve.

Chito: Son huérfanas y viven de casa en casa por pura compasión de la gente.

Oscar: Una estaba contando de que ella no tenía a nadie en este mundo. Todos habían muerto en la guerra. Se ríe. Dice, "Me da risa no encontrar a nadie, saber que estoy sola en este mundo."

Pedro: Ésa es Verónica. Tiene 11 años, el pelo largo, medio colocha; los ojos son bien bonitos, cafecitos. Dice que llegaron los soldados a la casa, sacaron a la mamá y la mataron. Allá frente a ella. El papá pertenecía a la guerrilla.

Chito: La más grandecita de las tres, una trigueñita que siempre usaba una blusita roja, me contó que andaban los soldados en una casería humana. Habían subido a la montaña para esconderse. El hermanito tierno estaba llorando. Los soldados los encontraban por el llanto de los niños; entonces la mamá le metió un trapo en la boca para callarlo. No se daba cuenta de que así lo estaba ahogando. Y así murió su hermanito.

Pedro: A la otra la dejaron en una cueva y la mamá y el papá salieron a ver, y los mataron. La llegaron a encontrar en la cueva los guerrilleros; si hubiera sido los soldados la hubieran matado.

Oscar: Yo trabajaba con el grupo de Nueva Trinidad, un pueblo que está a unos 10 kilómetros de Arcatao. Este grupo lo conocí el año pasado, y esta vez los llegué a conocer más a fondo. Joaquín, el coordinador del grupo, tiene 27 años.

Chito: Joaquín fue parte de la guerrilla.

William: Él entró bien joven en la guerrilla, a los 12 años.

Chito: Y sigue luchando por el bienestar de su pueblo.

William: Él entiende que no sólo se puede luchar por medio de un arma en la mano, sino que se puede luchar con la voz y con el cuerpo para transmitir un mensaje.

Chito: Él me dijo a mí que tenían que seguir siempre ensayando lo que les enseñamos. Él se responsabiliza para que todo el grupo siga manteniéndose.

Oscar: Hay dos muchachas en el grupo de Nueva Trinidad, Consuelo y Minda. Han encontrado la forma de defenderse y no se dejan explotar por el hombre. Siguen en la primaria. Minda tiene problemas de lectura. Un compañero, Santos, tiene 22 años y no sabe leer ni escribir, por supuesto. Yo le dije que tenía que narrar; no podía estar solamente haciendo bulto. Todos dijeron que "No, Santos nunca va aprender a decir narración." Entonces le dije a Minda, "Usted se me va a poner a la par de él y le va a decir el texto y él tiene que repetirlo." Al estar obligada a enseñarle a él, Minda logró una lectura más continua. Era una maestra a la par de él, y le estaba dando una buena clase de lectura a él y a ella misma.

Chito: Tenía un muchacho semejante que no podía leer. Pero sí quería actuar. Con este muchacho le iba repitiendo frase por frase como quien se aprende una canción, frase por frase, hasta que se le fuera quedando. Para mí como actor es fácil llegar a una persona de ese tipo.

William: Unos sabían leer, otros medio leían, y otros no leían nada.

Pedro: Cuando no pueden leer, la única alternativa es ver como pueden memorizar. La forma más fácil es la poesía; los muchachos la toman como una canción.

William: Esto les ayuda a aprender a leer. Cuando ven en la página el texto que han memorizado, dicen, "Esto significa tal cosa, este párrafo es el que yo me sé." Las demás letras las van familiarizando y van aprendiendo.

Oscar: Hay otro muchacho de Nueva Trinidad, un cipote de 17 años, Luis. No sé como ha logrado poder dedicarse a estudiar. Es muy distinto porque ha tenido contacto con los libros y con otros jóvenes en el colegio en Chalatenango. Ése es otro mundo completamente. Él es como la esperanza de ese pueblo.

William: Él no había andado con un fusil pero él vio bastante.

Pedro: Luis vivía 10 años acá en Honduras en Mesa Grande. No los dejaban salir de ese campo de refugiados. La familia decidió venirse para El Salvador; al llegar tuvieron que refugiarse entre los cerros porque venían los soldados.

William: Era el primer ataque que él vivió. Los soldados le dispararon al grupo y él se decía, "Ya me morí, ya me tocó." Les ayudó la Cruz Roja, pero los militares dispararon contra el carro de la Cruz Roja.

Pedro: Cuenta que una señora traía su niño pequeño metido en la falda. Tanto era el susto cuando venían lo militares que corrió demasiado y botó el niño: el niño se le cayó, rodó, y cayó en una estaca.

William: Esa historia me dolió mucho.

Chito: Me dio tristeza cuando llegó el último día del taller porque no sé que va a pasar el día de mañana con esta gente.

Oscar: Pero se van del taller despiertos. Les ayuda bastante el teatro a afrentar la vida con más decisión.

Chito: El teatro les ayuda a entender la realidad en que se encuentran, y para que den a entender a las demás personas esa realidad. Les sirve como momento de meditación, como espejo de la realidad. Es nuestro deber como actores enseñarles lo poco que sabemos.

William: ¿De que serviría que yo supiera muchas cosas, que me convirtiera en un sabio, si no las enseño a las demás personas?

Oscar: Es riquísimo trabajar con esta gente tan necesitada. Yo no soy nadie: no soy un diputado, no soy un licenciado, no tengo un título académico, soy un simple bachiller. Que se me da la oportunidad de enseñar algo de lo que yo he aprendido con el teatro a esta gente, es una experiencia bella.

Pedro: A mi me gusta actuar y bailar; pero más aún, de enseñarle a nuestra gente las miles de cosas que se pueden enseñar por medio del arte.

Oscar: Enseñar para que otro aprenda el mecanismo de trabajo que tenemos; que la cadena siga, y si yo mañana no estoy, otro lo tome y lo siga transmitiendo.

Chito: Siento que todavía estoy conviviendo con esa gente; me ha dejado dentro de mí el reflejo de su sufrimiento. Hay experiencias que dan a entender mucho: unos viven bien y otros viven mal, unos comen bien y otros reciben las sobras de lo que los demás desperdician. Esa gente vive peor que uno. Y eso es un compromiso muy serio para mí como actor.







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