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Vol. xxii #4

Diciembre 2001




El teatro necesario (II):
A New Dream


--Francesco Manetti




Ha pasado un mes desde mi llegada a El Progreso y a teatro la fragua. Levantarme pronto por la mañana, cruzar la ciudad en bicicleta, llegar al teatro para comenzar a las 8:00 el calentamiento físico dirigido por Yuma, uno de los actores más experimentados de la última generación de jóvenes lafraguenses: todo esto es ahora una agradable costumbre. Incluso mi estómago de italiano, acostumbrado a capuchino y croissant, ahora acepta benévolo los desayunos con baleadas (una tortilla de harina con frijoles y queso) y Coca Cola. Las clases de combate escénico han encontrado, milagrosamente, un espacio fijo entre el calentamiento y la clase de acrobacia y danza. Los muchachos son alumnos envidiables: las reacciones físicas, la disciplina y la facilidad de aprender son de una calidad difícil de hallar en otros grupos de teatro del mundo.

He tenido la suerte de llegar a teatro la fragua en las últimas semanas de ensayos para el estreno de su nueva obra Réquiem por el padre Las Casas, y en el momento en que la compañía también hace los preparativos para su próxima gira a Estados Unidos. Así he sido testigo y partícipe, en muy pequeña proporción, en muchos de los trabajos del teatro.

La obra Réquiem por el padre las Casas, a partir de un excelente guión escrito por el colombiano Enrique Buenaventura , nos cuenta sobre la vida de Bartolomé de Las Casas, de su larga lucha por la libertad de los indios, de los controvertidos arreglos por la causa de los indios (como haber aceptado la esclavitud de los negros), las victorias, los fracasos y los hierros de un hombre que dedicó toda su vida de sacerdote a una causa justa. En la obra aparecen varios sucesos que han marcado la historia humana: la sangrienta conquista española de las Américas, la invención de la imprenta a base de caracteres móviles y su uso como medio de lucha, la muerte del rey Fernando el Católico, el inicio de la deportación violenta de los negros de África para usarlos como esclavos en las colonias americanas.

La puesta en escena de la obra por la fragua es sencilla y llena de vida. Los colores fuertes del vestuario y de los sombreros, trasladan inmediatamente al espectador al universo tropical de Centroamérica. La escenografía (donde por ejemplo la corte de España es simbolizada por una pequeña tarima) permite por su sencillez y su renuncia a lo espectacular y complicado, resaltar las destrezas físicas y artísticas de los actores. La influencia de la comedia musical norteamericana, que por su origen ha heredado Jack Warner, se puede apreciar en los cantos y en los bailes que se suceden uno detrás del otro, pero esa influencia aparece revitalizada por los ritmos caribeños como la salsa y el reggae, propios de esta región. Los actores bailan, cantan, actúan, combaten, realizan acrobacias y actos de malabarismo, regalándonos un espectáculo rápido y divertido, profundo y de inmediata comprensión: todo en un estilo que tiene sus raíces en la tradición centroamericana. Además, la cara de los actores, sin que ellos mismos lo sepan, es la viva expresión de la historia de estos países. Como en un libro uno puede leer en sus expresiones y la forma mestiza de sus rostros la historia de más de quinientos años de lucha y resistencia contra las opresiones económicas, culturales y políticas, pero también contra la bravura de las fuerzas de la naturaleza como los huracanes, terremotos, sequías, contra un sol ardiente que curte y agrieta los rostros.

Durante uno de los últimos ensayos de la obra, Jack Warner, citando el viejo refrán, dice a los actores que "quien no conoce su propia historia, está condenado a repetirla". Creo que este es uno de los puntos de mayor importancia del trabajo de la fragua: dar a conocer a la gente de Honduras su propia historia, decirles quiénes son y de dónde provienen, de quiénes son hijos, dónde y cuándo comenzó aquel proceso que ha hecho de Centroamérica aquello que ahora es. Pero Réquiem por el padre Las Casas no es sólo una obra histórica; es impresionante ver cómo las cosas en este país después de quinientos años siguen mudándose sólo de nombre: los esclavos se llaman ahora trabajadores, los conquistadores llegan desde el norte y en lugar de las espadas traen productos de marcas registradas. Un ejemplo de lo anterior lo he encontrado asistiendo como espectador a los ensayos de la obra Romero de Las Américas, otra de las producciones fundamentales de teatro la fragua que simultáneamente está siendo ensayada junto a Réquiem. El personaje del arzobispo Óscar Romero, asesinado por un escuadrón de la muerte en 1980 por defender los derechos de los pobres y campesinos contra la ambición de una de las más intolerantes y soberbias oligarquías de la región, se puede sobreponer perfectamente al personaje del padre Las Casas. Sus historias son distintas en la forma y las circunstancias mas no en la substancia, a excepción de que el miedo a la excomunión impidió que Las Casas terminara asesinado como el arzobispo Romero.

Peter Brook, el más importante director europeo, en su libro El espacio vacío dice que ningún buen teatro puede nacer sin tener en cuenta la situación social e histórica del país donde actúa; no es posible pensar una cultura teatral en Centroamérica sin relacionarse con el cristianismo y la historia revolucionaria. la fragua es quizás el más importante representante de este pensamiento. Además, en Romero y Las Casas cristianismo y revolución son casi sinónimos: ambos hombres usaron el evangelio como arma de lucha; los dos se hicieron defensores de los oprimidos y perdedores, desafiando el poder civil y, a veces, a la misma iglesia que representaban. Los dos nos enseñan que el cuerpo y el alma son inseparables, que el reino de Dios comienza en la tierra, que no puede haber paz si no hay justicia; los dos han sembrado una semilla en el corazón de su pueblo que espera todavía convertirse en feliz y esperanzador retoño.

El programa que la fragua está ensayando con miras a su gira por diferentes ciudades de los Estados Unidos incluye como obra principal la obra sobre Romero. Hay también un repertorio de cuentos sobre el folklore e identidad cultural de Honduras, que lleva por nombre Cuentos Hondureños. Dos de las piezas que forman parte de esta obra, El Origen del Maízy Tío Coyote y Tío Conejo,nos hablan del nacimiento de costumbres alimenticias, de frutos suculentos, de animales que parecen y se comportan como humanos, de campesinos y viejos indígenas, de obispos, y divinidades mitológicas del ancestral y mágico mundo indígena, todo acompañado de bailes y cantos, y de música donde los instrumentos de percusión y viento son los protagonistas.

Otra obra que forma parte de este mismo programa para la gira lleva por nombre Un sueño nuevo.Es una producción fruto del trabajo y la creatividad colectiva del grupo de actores, una especie de tarjeta de presentación e identificación de los muchachos de la fragua, donde los sueños de vida de cada uno de los actores se resumen en un único y grande deseo: Volar. Bailando y cantando, la fragua nos habla del amor al propio país, de la felicidad de vivir juntos, de los deseos frustrados, de la importancia del trabajo cotidiano, del cansancio de vivir en un país con violencia y miseria, de las ganas de volar fuera a visitar el mundo.

"Hay gente que entra cuando quiere a mi país, / yo ya no quiero pedir permiso para salir" cantan los actores a ritmo de rap, y bromeando durante el ensayo me miran como si la frase estuviera escrita para mí. Contesto a la broma riendo ampliamente, pero en mis adentros grita la injusticia de esta verdad: estos muchachos, actores profesionales cuyo arte podría y debe ser conocido por todo el mundo chocan con una inmensa lluvia de problemas y dificultades cada vez que llega una invitación para viajar a países extranjeros. Todas las veces que en teatro la fragua se juega y se sueña con la gira de septiembre a Estados Unidos como si ya fuera un hecho, los muchachos aterrizando el deseo a la realidad siempre añaden con los dedos cruzados: "eso si nos conceden las visas" para subrayar las enormes dificultades burocráticas que es necesario sortear, con agilidad y mucha astucia, para obtener el muchas veces inalcanzable permiso para salir a los Estados Unidos. El primer mundo tiene miedo que los habitantes de los países más pobres lleguen a tocar a su puerta; o todavía peor, que lleguen a tomar una migaja de su riqueza, aun y cuando se trata de artistas de quienes los habitantes de esas temerosas y ricas naciones podrían aprender muchísimas cosas, la solidaridad lo primero. Yo también quiero añadir mi sueño nuevo a la obra del teatro la fragua: quisiera ver el día en el cual la palabra "frontera" no tenga ningún significado y toda persona se sienta por fin habitante del mundo, y la palabra "globalización" signifique libre convivencia y no sólo un nuevo sinónimo de imperialismo y colonización.



Epílogo: Una valija llena de....

Mis dos meses de permanencia en teatro la fragua están por terminar; éstos son los días de evaluaciones y saludos, pero no de "adios". Me voy con la certeza de que la fuerza de este grupo y este país es tal que la idea de no retornar se me hace insoportable... Han sido dos meses intensos y preciosos. Desde la primera mañana de trabajo el grupo me ha tratado con simpatía, afecto, y mucha hospitalidad. Retorno a Europa con una valija más grande de lo previsto. En este tiempo he visto como el teatro no sólo puede ser necesario, sino que además puede alcanzar una fuerza y una pureza explosiva: palabras como lucha, justicia, esperanza, amor, que llenan los textos teatrales de todas las épocas, recobran aquí toda su fuerza original.

La sede de la fragua es un edificio de madera con grandes ventanas sin vidrio, las cuales se asoman a un jardín tropical; en el techo palas de ventiladores en lugar del más eficaz aire acondicionado. Durante las presentaciones se pueden oír los cantos de los pájaros, el sonido del viento entre los árboles, el rítmico rumor de los ventiladores; el calor húmedo es lo mismo de afuera. Todo esto es la materialización de una convicción precisa: a la fragua no le gusta "distraer" al público de la vida cotidiana, quiere estar en medio de esa misma sociedad, trabajar para su misma gente, poner dudas y preguntas sobre esa realidad en la cual vivimos. Al ver un espectáculo de la fragua se tiene la sensación de asistir a una cosa que interesa a todos, una historia que se cuenta para todos, un teatro puro que habla a todos. Mi tiempo en Honduras verdaderamente ha terminado, las luces lentamente están bajando después de la última frase de los actores, dentro de pocos segundos estará oscuro y todo habrá terminado.... más como en todo gran espectáculo de la fragua yo sé que la luz volverá, los actores se pondrán frente al público, alzarán una mano al cielo y gritarán: Tierra, aire, fuego, agua, nosotros somos teatro la fragua, público presente hasta la próxima... Yo por mi parte les digo lo mismo: hasta la próxima, amigos.


(Francesco Manetti es nativo de Florencia, y es profesor de combate escénico y de entrenamiento físico en la Academia Nacional de Teatro de Roma.)







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