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Vol. xxiii #3

Septiembre, 2002




El tiempo transcurriendo en la mitad de la noche:
la trilogía de obras históricas de teatro la fragua


Carlos Mario Castro



A veces, estoy desvelado y me pregunto ¿Quién soy? o incluso ¿qué soy? ¿qué estoy haciendo? Y pienso en el tiempo que transcurre.
--J.L.Borges

Un anecdótico profesor de filosofía solía decirnos, en tardes dedicadas a Kant y giros copernicanos, que debíamos aprender a desplazarnos por la historia como los chimpancés a través de los árboles. Lo decía porque evidenciaba nuestro débil dominio de la historia; pero también porque el viejo y estricto profesor estaba convencido de la importancia de la historia en un mundo con síntomas de Alzheimer en su memoria: rápido para olvidar las lecciones del pasado, y generoso para tropezar con los mismos obstáculos en su camino hacia un futuro mejor.

He recordado a mi antiguo profesor y sus puyas a favor de la historia porque teatro la fragua está en plena temporada con su Trilogía Histórica, recreando las vidas y luchas de Bartolomé Las Casas, Francisco Morazán, y monseñor Romero. Este ambicioso proyecto artístico comenzó hace diez años, en 1992, cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores hondureño pidió a la fragua una obra teatral para celebrar el bicentenario del prócer Francisco Morazán: nació entonces Alta es la noche, adaptación colectiva de la novela Los brujos de Ilamatepeque del hondureño Ramón Amaya Amador. La obra interpreta la época de la independencia en Centroamérica, y los esfuerzos fallidos de Morazán por hacer de los países de la región una federación de Estados. Francisco Morazán emulaba el estilo y la experiencia política del caudillo suramericano Simón Bolívar, que intentó adaptar a Latinoamérica los ideales y valores ilustrados de la Revolución Francesa. Alta es la noche fue la primera de las obras de la Trilogía y dio expresión artística al anhelo todavía en proceso de construcción: la unión centroamericana.

El asesinato de monseñor Romero en El Salvador en 1980 es uno de los eventos claves que más profundamente han marcado la historia reciente de Centroamérica. Jack Warner, el director jesuita de teatro la fragua, desde el principio quiso interpretarlo teatralmente. Después de revisar varios guiones sin quedar satisfecho con el tratamiento dado al acontecimiento (que fácilmente se presta al panfleto), Warner entró en contacto en 1994 con el guión del escritor chicano Carlos Morton, y decidió que esa era la versión sobre Romero y la turbulenta década de los 80 que había andado buscando. Una primera versión de la obra fue estrenada en julio de 1999 con el nombre de Romero de Las Américas, sumándose así el segundo eslabón de la Trilogía.

El tema de la Conquista de América por los europeos ha estado presente desde el principio en los proyectos artísticos de teatro la fragua. Consciente del significado de aquel acontecimiento en la historia de Centroamérica, Warner quería revivir la controversial Conquista desde la figura del padre Bartolomé Las Casas. En un comienzo pensó en adaptar La audiencia de los confines de Miguel Ángel Asturias, pero el texto no le satisfizo completamente. .En 1997, en un encuentro latinoamericano de teatro en Colombia, Warner conoció a Enrique Buenaventura (laureado dramaturgo colombiano) y le platicó su inquietud de hacer algo sobre Bartolomé de Las Casas y la época de la Conquista y Colonización. Entonces Buenaventura cedió a teatro la fragua su guión Réquiem por el padre Las Casas, obra inédita que todavía no había sido puesta en escena. Desde la primera leída, Warner supo que ese era el texto que quería montar, e inmediatamente lo fue ingresando a su computadora. Cuatro años después, el 20 de julio de 2001 teatro la fragua estrenaba Réquiem por el padre Las Casas.

Después de años de búsquedas y mucho trabajo, la Trilogía Histórica por fin estuvo completa, permitiendo tener una temporada con las tres obras en El Progreso y en el Museo de Antropología e Historia en San Pedro Sula. teatro la fragua llena así un bache permanente: llevar la historia convertida en teatro a la memoria del pueblo hondureño, donde la mayoría no tiene acceso ni a escuela ni a libros, y desconoce por completo los eventos y los personajes de donde ha brotado su pasado, y que en buena medida son responsables de la actual condición de su presente.

En uno de los parlamentos de la obra Réquiem por el padre Las Casas, don Gaspar, un cacique indígena, dice al tribunal de la Inquisición: "si no hubiera sido por el padre Las Casas estaríamos muertos, no existiría nuestra lengua ni se sabría que tenemos historia. Una historia -refiriéndose a los europeos- tan antigua como la de ustedes". En un sentido muy real esto es lo que teatro la fragua ha pretendido con la Trilogía, y más generalmente con la totalidad de su trabajo: hacer crónica teatral de los elementos que forman la biografía histórica y cultural de Honduras y Centroamérica. Labor que es importante en un contexto de globalización cultural, que no siempre favorece la diversidad y expresión de todas las culturas, sobre todo de aquellas culturas etiquetadas como inferiores o subdesarrolladas. Estas obras históricas quieren ser una voz fuerte con derecho a proclamar que Centroamérica también tiene una historia, que en sus países existe la crónica de unas esperanzas y unos ideales que deben ser conocidos, respetados, y tomados en cuenta.

Hace muchos años, en Panamá, conocí a un jesuita entrañable, gran humanista, lector y escritor empedernido desde las cuatro de la mañana en adelante, un auténtico formador al estilo socrático, cuyas clases eran un prodigio chispeante de ingenio y humor. Muchas veces este jesuita nos dijo que nuestra generación no sabía relacionar los acontecimientos del pasado con el presente debido a la influencia de la televisión (de la que él decía éramos devotos hijos). La televisión enseñará mucho, pero no estimula la capacidad de relación en nuestro cerebro, porque cada canal es como una isla, y saltamos de un canal a otro sin que haya una coma o un punto que relacione los diferentes canales. Así otro objetivo de la Trilogía Histórica es enseñar, especialmente a los jóvenes, a relacionar las diferentes etapas y acontecimientos de la historia; que experimenten el hallazgo, siempre sorprendente, de que muchas de las situaciones que ahora nos abruman hunden sus antecedentes en el ayer de sus antepasados, que esos problemas no son nuevos, por más que fanáticos vean en ellos signos de fin del mundo o decadencia, sino continuación de algo comenzado hace mucho tiempo, y que como Sísifo en la mitología griega hemos estado eternamente repitiendo. Un ejemplo de la continuidad en las obras está en Romero de Las Américas: Romero pregunta cuándo comenzó la explotación y el irrespeto a los derechos humanos en El Salvador; Rutilio Grande, con humor le responde que "hace quinientos años con la llegada de los conquistadores".

Las Trilogía Histórica presenta 500 años de evolución humana, recreando artísticamente los principales problemas que en esta evolución han ido apareciendo: los horrores de la guerra, los fanatismos políticos y religiosos y su interminable lista de víctimas inmoladas; así como también los intentos de la humanidad, simbolizados en Las Casas, Morazán, y Romero, por lanzar la historia en la difícil dirección de valores como el amor, la justicia, la solidaridad insobornable, y la lucha por hacer que se respete la dignidad humana sin distinción, especialmente la de aquellos que son excluidos y marginados. Se trata de un espejo que con belleza y nitidez nos proporciona una exacta radiografía del pensamiento y corazón humanos sin caer en maliciosos maniqueísmos, ni entrar en maridaje con ninguna ideología partidista. En todo caso la fragua se suma a los esfuerzos de quienes en diferentes partes, y desde diversos frentes, luchan por una humanidad mejorada.

El montaje de cada una de las obras ha implicado un trabajo extraordinario tanto del director como de los jóvenes actores de la fragua. Recuerdo especialmente los días cuando comenzó el montaje de Réquiem. Lo primero fue leer el guión detenidamente, escena por escena. Estas lecturas fueron amenas y verdaderas sesiones de historia. Para Jack Warner era muy importante que sus actores fueran conscientes de toda la riqueza histórica contenida en el guión de Buenaventura. Por eso dedicó muchas de sus energías a explicar el contexto histórico, las costumbres, y el ambiente intelectual escondidos detrás de cada línea del guión. Por ejemplo, en su obra Buenaventura incorpora el personaje de un usurero que hace prestamos a interés para financiar las aventuras de los conquistadores y del mismo Las Casas. Warner decía a los actores que la figura del usurero tenía la intención deliberada de indicar que la conquista también supuso el albor de un nuevo modelo económico: el capitalismo, y que los bancos, organismos financieros, y la gran bestia de la deuda externa (como la llama Jack Warner) que ahora conocemos son letales versiones de aquellos ambiciosos y astutos usureros que proliferaron durante la Conquista.

Dice Jorge Luis Borges que la historia no es un frígido museo. Esta sentencia se cumple en el trabajo teatral de la fragua; con originalidad y despliegue de creatividad y talento, teatro la fragua hace de la historia una experiencia sensual, atractiva y que se disfruta, donde los personajes y acontecimientos históricos vuelven a la vida, y el escenario se convierte en una auténtica máquina del tiempo, transportándonos en un artificio de luces, música, actuación y baile por los momentos más importantes de la historia hondureña y centroamericana. La composición musical de las obras echa mano del reggae, la salsa, el rock latino, los corridos populares y la balada. La música es un recurso importante que da vitalidad y fuerza a textos de la historia que de otra manera serían pesados y aburridos para un público poco diestro en lectura y escritura. La música incidental ha sido seleccionada de tal manera que en dos de las obras coincide con el tiempo, permitiéndonos escuchar los ecos del espíritu de la época interpretada: es el caso de William Byrd, contemporáneo de Las Casas, cuya música sirve de ambientación a Réquiem, y de Domenico Scarlatti, compositor oficial de la corte española, en Alta es la noche. En Romero de Las Américas, la música incidental es obra de Domenico Zipoli, músico y jesuita italiano que misionó en las llamadas reducciones del Paraguay, y ayudó a los indígenas a poner las bases de su propio arte. De esa manera, la fragua también ha rescatado algunas de las más importantes tradiciones musicales que han acompañado y remozado la historia humana en los últimos 500 años. Las tres obras se asemejan a tres grandes murales, como aquellos pintados en México por Diego Rivera, que de forma inmediata y realista ponen al público en diálogo directo con su historia. Por algo ha dicho Borges que el tiempo es la trampa secreta de que estamos hechos ("en el hoy están los ayeres") y que sólo el poeta, el artista, puede sentir y descifrar el misterio humano encerrado en ese tiempo.

Alfred Tennyson escribió siendo muy joven un verso famoso: El tiempo transcurriendo en medio de la noche. Creo que ese verso adolescente del poeta inglés describe muy bien lo que ha estado sucediendo a mitad de la noche, cuando los actores de la fragua han presentado las obras de la Trilogía Histórica, y el público atento y estremecido ha visto transcurrir su tiempo, su historia, despejando la bruma del misterio del qué somos y quiénes somos. Es posible que recordando el ayer, como lo hace artísticamente la fragua, logremos conjurar aquella certera advertencia atribuida a Santayana, que apuntaba que quienes no saben recordar su pasado, están condenados a repetirlo.






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