noticias tlf Vol. xxiv #1 Marzo 2003



Nunca cesaremos de explorar




y el fin de todas nuestras exploraciones
será llegar al lugar donde empezamos,
y conocerlo por primera vez.

--T .S. Eliot

El año 2002 comenzó con el mundo sumergido en una nueva guerra: la declarada por Estados Unidos contra el terrorismo. En las orillas de este conflicto, Honduras amanecía estrenando otro gobierno, una edición más de la desafortunada zaga política que como las anteriores -con más publicidad, algo de cinismo y poco realismo- aseguraba tener la fórmula mágica para terminar con la pobreza, la violencia y la corrupción.

Más allá de la guerra y muy adentro en tierras de Honduras, allí donde parece que nada importante sucede, donde nadie espera que algo bueno pueda surgir, teatro la fragua inició 2002 con los brillos de un nuevo dinamismo: en medio de reparaciones al viejo edificio, haciendo calendario de actividades artísticas para el año, marcando los países de Centroamérica a donde se llevarían los talleres de teatro, y definiendo tácticas y estrategias (diferentes a las militares) sobre cómo organizar mejor la administración y el trabajo del grupo.

El calor y el polvo ponen su sello al verano en la ciudad de El Progreso. El verde en las montañas comienza a marchitarse en los primeros meses del año. Algunos niños y no pocos adultos huyen del calor refugiándose en las pozas de los maltratados ríos que cruzan la ciudad. Continuando la tradición de años anteriores, la fragua ocupó los primeros meses del año para ensayar y preparar la temporada de Semana Santa con la obra El asesinato de Jesús. Los ensayos de la obra fueron complementados con lecciones sobre historia del teatro impartidas por Jack Warner, el director fundador de la fragua. Fue una versión amena, al mismo tiempo que novedosa de la historia del teatro, que permitió a los actores comprender las tradiciones teatrales utilizadas en El asesinato de Jesús, y que han definido el estilo de teatro la fragua.

Militares y policías toman las calles y barrios de El Progreso: se trata de la "cero tolerancia", la receta de seguridad del nuevo gobierno para poner punto final a la delincuencia en todo el país. Sin embargo, la presencia de soldados y policías, vestidos con camuflages y armados con antiguos M-16, no intimida el accionar del crimen organizado y su empresa sustanciosa de secuestros, y menos consigue controlar el delinquir y la violencia de las pandillas juveniles. En este contexto de "alta seguridad", el tío de uno de los muchachos del teatro es atacado por jóvenes pandilleros que le matan para robar su bicicleta; al tío de otro lo matan durante un asalto a la tienda donde está comprando útiles escolares para sus hijos; varios actores o sus esposas sufren asaltos en las calles de Progreso. Y dos actores caminando por la calle son detenidos por una patrulla que les reprende por llevar argollas en las orejas, y por la fuerza les despoja de ellas.

En un despliegue diferente, grupos de actores del teatro se han movilizado durante febrero, marzo y parte de abril, impartiendo talleres de teatro a jóvenes en ciudades y pueblos de Honduras, como también de El Salvador. Los talleres además de ayudar a despertar la creatividad de los jóvenes, también contribuyen a forjar una cultura de paz y no violencia. No se trata de ser ingenuos y pensar que las artes o el teatro son el remedio definitivo para terminar con la violencia, pero existe algo en las artes, en el teatro en concreto, que remite a la fuente donde mana la bondad y que lanza nuestra energía hacía otro tipo de violencia: la violencia de la belleza que nos humaniza.

Por este tiempo llegaron de Guatemala dos maestras y un maestro, trabajando en la primaria de un colegio jesuita. Vinieron para aprender a montar evangelios de acuerdo a las técnicas de la fragua, y utilizar el teatro como complemento necesario en la educación y formación humana de los niños y niñas del colegio. Durante una semana los maestros participaron de lleno en las rutinas de trabajo de los actores, vieron algunos de los ensayos, y acompañaron al grupo durante la jornada de un taller de teatro. Esta visita fue la llave que abrió la posibilidad, que muy pronto se hizo realidad, de un intercambio entre la fragua y el colegio de los jesuitas en Guatemala.

El asesinato de Jesús además de estrenar nueva edición, también lució rostros nuevos: dos muchachas y un muchacho, que llegaron al teatro buscando convertirse en actrices y actores. La obra se estrenó en el Teatro Nacional: fue invitada a participar en un festival de teatro centroamericano organizado por el Teatro Bambú en la capital Tegucigalpa. Fue una buena experiencia por los lazos que se tendieron entre la fragua y otros grupos de teatro trabajando en la capital, donde no siempre encuentran cabida los grupos de teatro provenientes del "interior" (como llaman algunos a todo lo que está fuera de Tegucigalpa). Esta experiencia fue el inicio de una presencia que teatro la fragua mantuvo constante con talleres y otras presentaciones a lo largo de todo el año 2002 en la encerrada capital Tegucigalpa. Las siguientes semanas vieron presentaciones en el teatro con un público variado entre estudiantes y gente de los barrios de El Progreso, además de la tradicional gira en Semana Santa por iglesias de diferentes pueblos.

La temporada de Semana Santa se clausuró a principios de mayo con una gira a Guatemala, al Liceo Javier de los jesuitas en la capital. Sin duda la actividad más destacada de teatro la fragua en el primer semestre 2002. Durante una semana completa la fragua presentó su interpretación de la pasión de Jesús a grupos de estudiantes y sus familiares. Fue reconfortante descubrir en el auditorio de aquel colegio jesuita que los humanos todavía somos capaces de hacer triunfar la belleza de la bondad y la colaboración. El mejor reconocimiento, el mejor aplauso a la obra y al desempeño de los actores durante aquella semana fue el de una niña de primaria, que cuatro veces escapó de su clase para cuatro veces ver la obra, con el mismo entusiasmo, con la misma alegría, con el mismo encantamiento. Mientras tanto los periódicos y la televisión nos sacudían con las imágenes de israelitas y palestinos matándose como moscas; o nos entretenían con los detalles de una conversación telefónica -supuestamente privada- donde los presidentes Fox y Fidel Castro daban al mundo elocuente cátedra de lo pérfida y baja que puede llegar a ser la política.

El segundo semestre de actividades en el teatro arranca con intensidad y novedad: la escuela de ballet estrena maestra, Cristina Kjellberg, una joven voluntaria venida de Noruega con estudios de ballet y danza moderna. También por vez primera se tiene una temporada fuerte con las obras de La trilogía histórica: Réquiem por el padre Las Casas, Alta es la noche -sobre el prócer centroamericano Francisco Morazán- y Romero de Las Américas. Con este proyecto teatro la fragua cumplía con una de las exigencias más urgentes de nuestro tiempo: rescatar la memoria histórica de la región, haciéndola asequible y atractiva a un público, sobre todo jóvenes, que poco o nada de contacto han tenido con la historia social, política y religiosa de Centroamérica. Mientras Edy Barahona dirige los ensayos de Alta es la Noche, Jack Warner hizo un viaje relámpago a Chicago para recibir un reconocimiento de "Excelencia en las Artes" entregado por la escuela de teatro de la Universidad DePaul. Aprovechó el viaje para consultar con expertos sobre la mejora del sistema de iluminación del teatro que ya estaba en marcha. Y a su regreso, su hermano Mike (que había trabajado con el teatro en la década de los 80) llegó para entregar a su hijo Kevin para que ayudara al teatro con la programación de la música.

La temporada con La trilogía histórica comenzó en El Progreso con mes y medio de presentaciones, y luego prosiguió en San Pedro Sula, en el auditorio del Museo de Antropología e Historia; volvió a El Progreso para tres semanas más, y la temporada terminó con la presentación en Tegucigalpa de Romero de Las Américas. la fragua actuaba la historia en los escenarios, y en las calles de Honduras grupos de maestras y maestros forcejeaban con la policía, protestando y exigiendo al gobierno niveles más dignos de vida para el magisterio. Y mientras los actores revivían las vidas y el legado humanista de sacerdotes como Las Casas y Monseñor Romero, o el clamor de libertad, igualdad y fraternidad del prócer independentista Francisco Morazán, la alcaldesa de El Progreso, en un programa de televisión, celebraba emocionada (como si fuera el acontecimiento más memorable e importante del año) la apertura en la ciudad de Pizza Hut y Burger King, índice inequívoco de desarrollo según la señora alcaldesa, panacea milagrosa contra el subdesarrollo, y símbolo elocuente de progreso y modernidad.

Después de la temporada fuerte con la Trilogía histórica realizada los meses de junio, julio, y septiembre, la fragua ocupó los dos meses siguientes para remontar el proyecto de Cuentos infantiles, haciendo presentaciones en las escuelas de El Progreso y de los alrededores. La dramatización de cuentos ha resultado un instrumento eficaz para llevar entretención y humanismo a una cantidad de niños y niñas estudiando en situaciones bastante difíciles, sobre todo durante 2002 cuando las escuelas del sistema público pasaron la mayor parte del año escolar en huelgas y protestas. Desde hace un par de años el estilo y las técnicas teatrales de los Cuentos infantiles están siendo utilizadas en la formación de los actores de la Escuela Nacional de Arte Teatral en México. El resultado ha sido un proyecto, hijo legítimo de los Cuentos infantiles de teatro la fragua, que los mexicanos han bautizado como Teatro Itinerante, sacando al teatro de la academia y llevándolo a las zonas marginadas del Distrito Federal. Una experiencia nueva en Honduras fue presentar los cuentos en varios poblados costeros en el contexto de una campaña, organizada por Médicos sin Frontera, con el objetivo de despertar la sensibilidad y mover a la población a la solidaridad y aceptación de las personas infectadas con el virus del Sida, cuyo número en Honduras es uno de los más altos del continente Latinoamericano.

Parece que Heráclito, el oscuro y quejumbroso filósofo griego, tenía razón: la guerra es la materia prima de que el mundo está hecho. En los meses de noviembre y diciembre la guerra entre el gobierno de Estados Unidos e Irak parece inevitable; mientras los tambores de la guerra otra vez amenazan con destruir la frágil paz del planeta, teatro la fragua presenta una edición más de la obra Navidad Nuestra, narrando como el nacimiento de Jesús significa el triunfo de la esperanza y finalmente de la paz y la bondad. En el transcurso de estos últimos meses del año 2002, los actores también trabajan duro impartiendo talleres de teatro alusivos a la navidad en poblados rurales de Honduras y en El Salvador.

2002 fue un año de muchos logros, de variadas y enriquecedoras experiencias tanto en lo profesional como en la vida personal de todos. En medio de la alegría por todo lo conseguido, también la tristeza puso su tienda. Cuando los actores preparaban el estreno de Romero de las Américas en Tegucigalpa, muy cerca en un hospital, fallecía Santos de Jesús Cerrato (Chunguito). Repentinamente se lo llevó la muerte sin darnos demasiadas explicaciones. Tenía 12 años trabajando en la fragua, 12 años en los que se ganó el cariño de sus compañeros, un tiempo que le bastó para, con sencillez y sin ambicionar ningún vanidoso protagonismo, dar testimonio festivo de la belleza y de la esperanza. Seguimos invocando su memoria, pidiéndole nos acompañe con su recuerdo, ayudándonos con su sonrisa a vivir la vida con entusiasmo y entrega.

Finalizamos el año 2002, y como un viraje necesario nuestros pasos han retornado por el viejo camino, donde esperándonos estaba la memoria con el recuento de los logros y fracasos, de los encuentros y despedidas, de lo hallado y perdido, de la risa y el llanto; con el recuento, en una palabra, del ayer ahora marchitado.

--Carlos M. Castro






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