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Vol. xxvi #4

Diciembre 2005



Convidando esta la noche





Al escribir esto estoy escuchando al fondo a los muchachos mientras ensayan un villancico nuevo. Bueno, nuevo para nosotros; data de más o menos 1670 en México. El villancico es el equivalente ibérico al noel en Francia o el carol en Inglaterra. Como el carol inglés, en sus orígenes medievales fue una canción religiosa popular; con el tiempo las dos formas se iban aplicando principalmente a piezas de temática navideña.

En toda la época de la colonia la música era el eje del proceso de mestizaje cultural. Los europeos, por ejemplo, llevaron a Europa las formas aztecas de la chacona y la zarabanda, que allá, en manos de los compositores europeos, se transformaron en otra cosa. Y los compositores indígenas se pusieron a la tarea de transformar las formas e instrumentos europeos en algo completamente nuevo. Entre las primeras instituciones que surgieron de las cenizas de la Conquista había escuelas de música para alumnos indígenas.

El villancico colonial fue un elemento central en este mestizaje musical, y pronto se volvió una forma latinoamericana distinta. Al comienzo inspirado por la polifonía renacentista española y después por la barroca italiana, la influencia europea cedió rápido frente a los vibrantes ritmos e influencias indígenas.

Hace tiempo que quiero intentar unos de los villancicos coloniales; por fin lo estamos haciendo. Será la canción final de una nueva pieza para Navidad, una pastorela contemporánea.

Se puede argumentar que la pastorela es la primera forma teatral auténticamente "americana", nacida y criada en los suelos de las Américas como uno de los ejemplos más destacados (conjunto con el villancico colonial) de mestizaje. La pastorela tiene sus raíces en el teatro jesuita en Nueva España en el siglo xvi; rápido se volvió una tradición popular en toda la región mesoamericana. La mera existencia de un teatro hondureño brota de las pastorelas del P. José Trinidad Reyes en Tegucigalpa en los 1850.

La estructura de una pastorela es sencilla e icónica. Los pastores están metidos en sus preocupaciones diarias mientras se preparan para ir al portal con sus regalos humildes para el niño. El diablo trata de desviarles del camino, pero aparece el guerrero celestial San Miguel y lo derrota; entonces al final llegan al portal y el niño nace de nuevo en su (y nuestro) mundo contemporáneo.

Nuestra temporada de diciembre incluirá esta pastorela, "Las Peripecias de un Costal", además de la tradicional "Navidad Nuestra" y "Pedro y el Lobo" de Prokofiev para los niños. Estábamos bien metidos en los ensayos de las tres piezas cuando nos cayó una visitante inesperada: la tormenta tropical Gama.

Una mirada atrás a este año nos muestra un año definido por desastres, comenzando con el tsumani en el sur de Asia: la primera actividad oficial del teatro fue la organización de un maratón artístico en el parque central de Progreso para recaudar fondos para los damnificados del tsunami -- fue curioso cuantos aspirantes raperos o cantantes o bailarines salieron de sus closets. Los huracanes Stan, Wilma y Beta causaron inundaciones extensas en muchas regiones de Honduras y Centroamérica, pero Progreso quedó casi ileso hasta el final: la tormenta tropical Gama rectificó esa omisión y centró su visita aquí.

Entre el tsumani y Gamma, el año del mundo estaba repleto de terremotos, volcanes y más huracanes. El más espectacular de éstos, Katrina, no nos tocó directamente, pero seguimos de cerca los acontecimientos en Nueva Orleáns, una ciudad que tiene relación especial a nuestra zona. Las compañías bananeras originaban en Nueva Orleáns y nos trajeron su estilo de arquitectura, bien apto para este valle que comparte muchas características de la geografía. Entendimos lo que pasaba en Nueva Orleáns como un reflejo de nuestra experiencia del huracán Mitch en 1998. Y hay -- o había -- una comunidad hondureña numerosa (los periódicos usaban el dato de 125,000), incluyendo familias vinculadas con el teatro.

La lista de desastres del año incluye también los de fabricación humana: estalla el metro de Londres, arde Francia, se sigue desintegrando Irak. Al nivel local, innumerables huelgas de maestros hicieron grandes estragos en nuestros programas para jóvenes y niños; las subidas de precios de combustibles han hecho grandes estragos en nuestro presupuesto. Un estudio publicado hace poco del PNUD muestra que Honduras está perdiendo terreno en la lucha contra la pobreza no sólo en las estadísticas económicas sino en todo frente: educación, salud, corrupción, "calidad de vida", y quizás más preocupante a largo plazo, en la ecología.

En medio de todo esto, ¿cómo nos atrevemos a concentrarnos en cosas tan frívolas como villancicos y pastorelas y el atrapar lobos musicales? ¿Cómo y porqué podemos celebrar la Navidad?

Mira el cuadro de Pieter Brueghel "La conversión de San Pablo": ¿cuánto tiempo te cuesta, entre todo el alboroto visual, encontrar a ese tipo que ha caído de su caballo? O más al grano del momento, "El censo en Belén": todo el mundo está metido en sus quehaceres diarios, construyendo una casa, vendiendo leña, preparando una comida, echando un traguito mientras se calientan frente a la fogata de la taberna. Niños patinan en el estanque y nadie se fija en ese par de extranjeros que se están dirigiendo hacia el tipo que está levantando el censo (que ya tiene una buena colección de monedas en su mesa).

Al fondo ése es el tema de las pastorelas: los pastores somos nosotros, perdidos en las preocupaciones diarias y pequeñas peleas y especialmente "¿Qué vamos a comer para la cena de Nochebuena?" Como ellos, no nos hace falta un diablo de tiempo completo para distraernos; hacemos muy bien su trabajo nosotros mismos.

Y es sobre eso que de veras trata la Navidad: el tomar un momento para respirar, para mirar, para escuchar. Como nos escribió reciente un amigo:

Con frecuencia pienso en la influencia que tiene el teatro, para levantar el ánimo, para hacer que la realidad aparezca un poco más clara, para invitarnos a entrar en algo más profundo. Sé que tu trabajo toca la gente profundamente, especialmente los más pobres y olvidados, de una manera poderosa.

Entonces saquen sus guitarras y sus maracas y sus bongós y junten sus voces a nuestro villancico:

Convidando esta la noche
aquí de músicas varias.
Al recién nacido infante
canten tiernas alabanzas.






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