noticias tlf | Vol. xxvii #4 |
Diciembre 2006 |
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Nieve en Honduras Lorena Lansing |
Hace días que estoy anticipando terminar mi año de voluntariado y regresar a casa en Colorado para la Navidad. No por estar cansada de la comida (no puedo imaginar la vida sin tajadas, baleadas o pastelitos); o porque ya no tenga cosas por hacer en el teatro (cada día sigue siendo un reto de terminar aplicaciones, ensayos, y cartas); ni tampoco porque me sienta sola (los actores y mi familia adoptiva en Honduras han creado un sistema de apoyo tan fuerte como mi propia familia biológica). No, no se trata de ninguno de los pesares comunes en los viajeros; deseo regresar a casa para ver la nieve. Me crié en Colorado, y la nieve siempre ha sido señal de que la Navidad se aproxima. Es una de las tantas tradiciones que llevan mi mente y cuerpo a la paz Navideña. Cuando vine a Honduras, tuve que olvidarme de mis tradiciones y de la nieve, para juntarme a la comunidad de la que deseaba aprender. Al dejar mis tradiciones temporalmente, he podido adicionar un conjunto de nuevas tradiciones a mi persona, para poder lograr una mejor comprensión de esta cultura que hace poco parecía tan ajena. Maya Angelou, en "La Maravillosa Paz: un Poema de Navidad," describe la manera en que las comunidades y tradiciones de Navidad cambian nuestra percepción del mundo que vemos como caótico a un mundo en el que podemos contemplar la paz. Una parte del poema dice:
Antes de mi viaje a Honduras, estaba llena de temor e inseguridad, de las inundaciones y nieve de Angelou. Pero al juntarme a los rituales ese miedo se disipó y formé una comunidad de actores como hermanos, de vecinos como primos, de familias adoptivas como padres. He encontrado la fuerza para comprender una cultura caóticamente distinta a la mía, haciéndola tan familiar que ya no siento temor, sino apoyo para encontrar mi propia "Tierra de la Tranquilidad." Al crear una comunidad de aquellos que una vez fueron extraños, he aprendido a formar parte de sus tradiciones, como debe hacerse para llegar a ser parte de cualquier comunidad. Todo desde comer con los dedos, ir a trabajar en bicicleta, tomar una siesta después de un almuerzo, o aficionarme a mi equipo de fútbol (íVamos Olimpia!): todas se han convertido en actividades cotidianas que ahora son naturales. Y no hay mejor ejemplo para aceptar estas tradiciones que las celebraciones navideñas del teatro. Cuando llegué al teatro en Noviembre de 2005, los actores estaban ensayando Navidad Nuestra. Todos los días, mi trabajo en la computadora estaba acompañado de villancicos latinos con tambores y baile, y de nuevas formas de hacer narración que jamás había visto. Los villancicos e historias navideñas invocan una natividad más terrenal -- burros tercos, pañales sucios, y cruces aterradores -- que mi natividad tradicional, con tintes de celestialidad, estrellas, ángeles, y reyes. Al principio, esto me pareció un tanto extraño -los burros son criaturas cooperativas; el bebé Jesús no se hace en sus pañales, y el viajar desde Israel a Egipto es como cruzar la calle de enfrente, +verdad? Pero conforme miraba la función una y otra vez, pude observar que para la gente, la obra reflejaba su modo cotidiano de vivir y que para ellos, Dios está literalmente en el patio trasero de sus casas, no en un desierto a miles de millas de distancia. He podido ser testigo de cómo la tradición de presentar la función año con año ha formado una comunidad, tanto entre los actores como entre el grupo de actores y su público. Y ahora, después de un año de obras que han tratado de la pasión de Jesús, el SIDA, las maras, y los torturadores, termino un ciclo completo de servicio aquí en el teatro y los actores vuelven a estar ensayando "Navidad Nuestra." Luego de una temporada de tanta intensidad, he sentido menguar las tensiones y estrés del teatro al empezar los ensayos de Navidad Nuestra, porque es una tradición, es algo que ya manejan bien y así pueden celebrar. Las canciones son familiares ahora, y las historias me traen recuerdos (incluso si son recuerdos más recientes). Incluso yo misma puedo participar en la tradición al entonar las canciones o al dar una mano para las preparaciones; y al hacer esto, voy aceptando todo en conjunto y así evito caer en el egocentrismo. Ahora en día, en Honduras, Navidad Nuestra se ha convertido en mi nieve, en mi navidad. En su poema, Angelou enfatiza que la verdadera tradición de la Navidad no son los obsequios, ni la comida, ni tampoco la nieve o la función anual, sino la invocación de la paz. La paz en nuestras comunidades tanto locales como mundiales.
En Navidad, invocamos la paz para aprender a ser comunidad, ya sea personal como nuestra familia o como una familia extranjera de otro país. La paz nos enseñará aceptar las tradiciones y culturas con las que generalmente no congeniamos. Pero la paz no aparece por arte de magia. Necesitamos buscarla, "hacerle un llamado" y "darle la bienvenida." Tenemos que ver al inmigrante latino ilegal, al refugiado de Darfur, a las víctimas de bombardeos de la Franja de Gasa como personas con las que podemos formar una comunidad y aprender de sus tradiciones para lograr esa verdadera paz que tanto anhelamos. Una vez que dejemos de construir muros, probar bombas o invadir un país, será hora que empecemos a aprender un nuevo idioma, probar un nuevo tipo de comida, y escuchar una nueva historia, así es como habremos encontrado lo que hemos estado buscando: comunidad, tradición, y por sobre todas las cosas, paz. Así que sí extraño la nieve y estoy ansiosa de poder ver por mi ventana la blancura invernal en vez de la verde lozanía en un día de Navidad. Pero luego de más de un año en Honduras, sabré cuando observe los copos de nieve caer, que he encontrado mi nieve Hondureña, y que esa verdadera paz que siento viene de mi anhelo y fortaleza de conformar una comunidad de lo extranjero y lo olvidado. Muchas gracias teatro la fragua y gracias también a todas las familias de El Progreso que me han enseñado lo que es realmente ser parte de una familia mundial. Los amo a todos, Lauren |
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