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Vol. xxviii #1

Marzo 2007



Guillermo A. Fernández
(1956-2007)



La madrugada del 31 de enero nos despertó una noticia dolorosa: la noche anterior asaltantes desconocidos habían matado a Guillermo Fernández en la calle cuando se dirigía a la casa después del trabajo. Guillermo fue una de las figuras más importantes en la historia del teatro la fragua: había formado parte del grupo desde 1981 a 1995. Los últimos años ha estado trabajando en San Pedro Sula con un grupo dedicado a utilizar el teatro como arma entre jóvenes en la lucha contra el SIDA. Volvemos a publicar este texto que él escribió en 1989, como homenaje póstumo a un gran amigo que siempre quedará como parte de la familia del teatro la fragua.
 

Mi nombre es Guillermo A. Fernández. Nací en Trinidad, Santa Bárbara, Honduras, en 1956.

Y soy actor... no sé por qué. Ni sé cuando empecé a serlo. Desde niño actuaba cuando mis padres me regañaban; actuaba para que ellos creyeran que ya me habían castigado bastante. Y a veces yo lograba lo que quería: no me pegaban. No me dí cuenta de que era actor hasta que ya actuaba en obras. Ya no era con mi mamá, ni mi papá, ni con mis hermanos, sino que ya en obras de teatro. No me dí cuenta a qué hora me metí ni cuando, pero la verdad es que ahora soy actor y me gusta.

Yo ingresé al teatro la fragua en enero de 1981, cuando tenía ya dos años de fundado. Desde que entré me gustó. A mí el actuar... eso me llena, me satisface bastante.

Cuando estamos montando una obra, trato de recordar a personas que he visto y que son parecidas con el personaje. Y de ellos imito algunas cosas: tal vez su manera de caminar o la panza; o el estómago, la cara, los gestos. Y saco inspiración de los dibujos animados. Siempre me gusta robar algunos trucos de ellos para usarlos en personajes serios. Por ejemplo, el Barón en la obra Misión a la Isla Vacabeza camina con la punta de los pies; esta manera de caminar la copié de Tom y Jerry.

En un país tan pobre como el nuestro, Honduras, el teatro tiene una función bien importante. En el teatro se pintan, se reflejan los problemas que acontecen donde vivimos. Uno de los problemas más fuertes es el analfabetismo; por eso es que en Honduras estamos como estamos. Hay mucha gente que no tiene educación; a veces no sabe leer y escribir. No se da cuenta de la realidad porque todo se tapa. La gente no sabe qué está pasando. O mejor dicho, alguna gente sabe y la mayoría no.

En el teatro aprenden. La gente sale comentando, "Es cierto lo que los actores nos representaron en esta obra." Asì la gente se va dando cuenta de los problemas cuando otros quieren esconderlos.

Esa es una de las funciones que desempeña el teatro en Honduras: el teatro hace ver a la gente los problemas que estamos viviendo. Y nosotros, los de teatro la fragua tenemos una misión: queremos que en Honduras se sepa la realidad.

La realidad que nosotros vivimos se ve más fuerte, se ve más clara, en los pueblos más humildes. Allí se conoce mejor la gente, y qué es lo que hacen y qué quieren hacer... sus problemas, sus necesidades. Se nota la pobreza de esta gente. Entonces... allí es donde más se necesita que esté el teatro. Por allí es por donde tenemos que comenzar.

En nuestro proyecto ¡El Evangelio en Vivo! hemos tenido la oportunidad de viajar por varios lugares del país, principalmente los pueblos más humildes. Creo que es la gente humilde la que más entiende las cuestiones del Evangelio. Pero la gente humilde, en su gran mayoría, no sabe leer. ¡El Evangelio en Vivo! sirve de puente: las personas que no saben leer ni escribir pueden captar el mensaje del Evangelio en la dramatización. Eso les hace sentirse más fuertes y les da confianza. Se nota el éxito de las dramatizaciones: la gente sale comentando y discutiendo lo que ha visto.

El Evangelio toca muchos problemas de la gente humilde. Por ejemplo, esto de lo que es el trabajo: la comparación entre un trabajador y una persona que no trabaja porque ya tiene de qué vivir y que más bien vive de los demás.

El Evangelio trata bastante esta clase de problemas. Incluso los mismos problemas de los actores. Cuando actúan ellos se dan cuenta de que se han visto en esos problemas, y que los demás tienen los mismos problemas. Los actores se sienten satisfechos de hacer ver estos problemas a la demás gente.

Es difícil comenzar con actores que no saben leer. Pero a medida que ellos van practicando, se va despertando la curiosidad de leer, porque el Evangelio les atrae. Y la gente queda muy agradecida. Saben que les ayudamos, les dirigimos, y les damos valor para seguir con las cosas del Evangelio.

El Evangelio en Vivo! es de especial importancia para los niños; lo sabemos porque se refleja en ellos. Si los niños simplemente escuchan una lectura no entienden mucho. Pero la verdad es que ellos entienden muy bien la dramatización. Los niños comienzan a ver las dramatizaciones desde pequeños y van entendiendo lo que es el Evangelio.

Y ¡como actores! Cuando se hace una dramatización, los niños tratan de buscarlo, y a veces ellos se lo aprenden todo. Los niños se sienten bien orgullosos, ellos se sienten importantes. Entienden que ellos también pueden ayudar a sus comunidades con esto de las dramatizaciónes. Y les gusta.

Sí, he sido actor, y me gustaría seguir actuando. También me gustaría seguir trabajando con principiantes. Así ayudo a que otros jovenes se formen como actores, fomentando así el teatro en nuestro país. Pero nunca me gustaría dejar de actuar.

La obra que más, digamos, nos inspira a seguir es una que tenemos ya mucho tiempo de estar presentando: Las Dos Caras del Patroncito. Fue la segunda en que yo participé en el teatro, en 1981, y desde entonces sigo siendo el peón en la obra.

Esta obra (en su original de Luis Valdez y El Teatro Campesino, aunque la hemos adaptado a nuestra realidad hondureña) lo dice todo claro: toda la relación que existe entre los que están arriba y los que están abajo.

El patrón oprime al peón, lo tiene a su mando. Le dice que ya tiene todo, pues, que ya no necesita más. Que allí debe de estar; que siga trabajando y que trabaje duro. Ese conflicto entre el patrón y el peón se nota donde quiera que vayamos: en las fincas bananeras, en las haciendas, en la fábricas. Entre el campesino y el terrateniente, o el obrero y el propietario. El trabajador tiene que trabajar, y si no trabaja simplemente es despedido. "Te fuiste, ponemos a otro, y que otro trabaje." Simplemente es un cambio.

Pero cuando el peón pasa a ser patrón (y por eso dice "las dos caras"), ¿que pasa? El peón, al sentirse con poder, es todavía peor que el patrón. Y sucede así. Ese es el mal que nosotros los hondureños tenemos: que cuando nosotros llegamos a tener dinero, nos creemos más que los que están abajo.

Honduras es el lugar perfecto para esta obra. Es un país subdesarrollado, y la tierra es el principal medio para trabajar, para ganarse la vida: cultivar la tierra. Cuando terminamos una representación de Las Dos Caras del Patroncito, la gente sale. La gente se ha reído bastante, pero la gente sale pensando. La obra les hace pensar sobre su propia relación a los demás.

Como actor fuera del escenario no quiero discutir los problemas, principalmente cuando son grandes, cuando son fuertes. No quiero discutirlos con la gente. Simplemente que vean lo que representamos en la obra. Así ellos se dan cuenta, viendo la obra.

Pero estamos viviendo problemas muy fuertes en estos días en Honduras, más que nada por la dependencia: somos dependientes y no podemos quitarnos el lazo porque no tenemos suficiente fuerzas para hacerlo. En este momento estamos amenazados por una guerra de un momento a otro. Los países vecinos están en guerra constante. Y va a haber un momento -- ojalá que no suceda -- que aquí en Honduras puede pasar lo mismo.

Vamos a tratar de hacer llegar este mensaje, esta realidad, a mucho más gente, principalmente a la gente humilde, que es dónde más nos gusta representar estas obras. Ya vamos avanzando: mucha gente ya habla del teatro y hablan bien. No quiero decir toda la gente, porque hay gente que no ve bien esto del teatro por las cosas que decimos en las obras.

El teatro en Honduras -- no puedo decir que esté bien arriba que se diga. Pero tenemos buenos comienzos. Estamos haciendo una buena labor por la gente de Honduras, y pensamos que vamos a seguir haciéndolo. Este mes estamos cumpliendo 10 años de trabajo ininterrumpido; somos ambiciosos y vamos a seguir trabajando, vamos a seguir adelante. Y sigue el teatro la fragua en Honduras, y ojalá que siga siempre.

(Julio 1989)






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