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Vol. xl # 3

Septiembre, 2019


Diario jesuítico




El 10 de junio: llegada a Honduras
El avión aterriza entre plantaciones de palma africana y campos de banano. Piso el pasillo que nos conduce al aeropuerto, y una sensación ya familiar me pega: una pared de humedad densa separa el interior frío de American Airlines y el calor ardiente del Valle de Sula, Honduras. Mi compañero jesuita Conan Rainwater y yo pasamos por la seguridad del aeropuerto dentro de unos pocos minutos. Considero cuán fácil le resulta a un estadounidense entrar en Hondras y cuán difícil le resulta a un hondureño entrar en Estados Unidos. Dos caras conocidas nos saludan. Jack Warner y Luis García de la fragua nos llevan al carro que nos transporta a la residencia jesuita en el campus de nuestro colegio en El Progreso. Luis conduce rápido. Nos corta el viaje por la mitad.

El 11 de junio: el primer día en el teatro
Entro en el edificio, y se siente como si fuera un regreso a casa. Es mi quinto viaje en los últimos dos años. Hay abrazos largos, risas y recuerdos compartidos. Esta vez, sin embargo, es diferente. El teatro está a punto de celebrar su cuadragésimo aniversario, y pronto un libro mío va a salir para conmemorarlo. Mientras que los viajes previos se han llenado de investigaciones y escritura, este viaje es distinto. La labor ha acabado. Es hora de jaranear, disfrutar de buena compañía y promover la ocasión especial.

Las cosas en el teatro son casi iguales. La estructura del edificio es rústico y pintoresco a pesar de que ya se desmorona. Hacen falta reparaciones sustanciales. Mangos cuelgan en abundancia como gotas de lluvia masivas y verdes. Hay insectos, lagartijas, perros callejeros y—ah ah—los actores. La tropa no ha cambiado mucho, aparte de la llegada deleitosa de María José. Es una chica joven y energética, amiga de todos y enemiga de nadie. Buena gente.

Hay dos obras que se preparan para la temporada de expresión artística. Las dos caras del patroncito es una obra clásica. Se halla entre las primeras que se presentaron en la fragua en 1979, pero su pertinencia perdura. Se trata de relaciones laborales. Un patrón abusa de un peón, pero el patrón es demasiado inconsciente para comprender el sufrimiento de su siervo. Deciden intercambiar papeles, y existe la esperanza de que la injusticia se vaya a resolver. No pasa así. En vez de ofrecerle piedad a su ex-jefe, el peón-ya-patrón decide repetir el ciclo de violencia y abusar de su inferior mucho más.

La otra presentación también es importante en la historia de la fragua—sea de otra forma. Tío Coyote y Tío Conejo es pura risa. Dos estafadores zoomórficos le engañan a un jardinero viejo para que le entregue una sandía repleta de caca al obispo local. El jardinero desarrolla un plan para vengarse de ellos dos. Es un cuento infantil, pero confieso que me entretiene a mí tanto como a los niños.

El 20 de junio: una nación en caos
Esta noche, Honduras está en llamas. En los últimos meses el gobierno anunció unilateralmente la privatización de la salud y la educación. Es un golpe enorme contra los maestros, los médicos, los pobres y la democracia. El pueblo ha respondido con el bloqueo rutinario de las carreteras principales de la nación para concienciar a los demás, obtener más apoyo y presionar al gobierno. Las huelgas en las escuelas y universidades han durado semanas.

Ahora, aprovechando una debilidad inesperada en la policía, los ciudadanos salen a la calle a lo largo y ancho del país. Han capturado las carreteras con una fuerza repentina, y el número de bloqueos es inmenso. Unas pocas cadenas de noticias cubren las peleas entre los manifestantes y los policías que decidieron ir a trabajar. El movimiento está fuerte, y se espera que dé fruto. La mayoría de los hondureños está harta de la dictadura de Juan Orlando Hernández. Quiere un cambio.

El 26 de junio: volver al trabajo
La esperanza de una revolución florece y desaparece. Las manifestaciones no conducen a cambios concretos. La desesperación inunda la atmósfera de nuevo.

De vuelta al teatro, Edy Barahona y los actores han decidido añadir otra obra su reportorio este verano. Es una dramatización de la poesía de Roberto Sosa, ganador del prestigioso Premio Adonáis de Poesía en 1968. Ya que es de Yoro, el mismo departamento en el cual está El Progreso, es básicamente un héroe literario local. Ellos se enfocarán en la colección Los pobres. Comienza con estos versos estremecedores: “Los pobres son muchos/y por eso/es imposible olvidarlos.” Hay cierta energía alrededor de este proyecto. Las palabras del poeta son apropiadas para estos tiempos, su personalidad es nativa en tierras hondureñas y los actores están entusiasmados porque crean algo nuevo.

Otro compañero jesuita, Jake Braithwaite, ayuda con la dirección de Los pobres. Constituye un buen complemento del teatro este verano porque tiene experiencia en la actuación y es cien por ciento “teatrista.” Lo encontrarás en presentaciones en Chicago y Broadway con bastante frecuencia. Llega con una perspectiva fresca, y Edy y los actores parecen apreciarlo mucho. (Además, es bueno tener a otra persona con la cual puedo hablar inglés y mirar series de Netflix en la residencia por la noche.)

El 12 de julio: San Salvador
Jake y yo estamos en la Universidad Centroamericana en San Salvador para recoger los primeros 100 ejemplares de La Fragua: el teatro jesuita de Centroamérica. Nuestro viaje en bus fue algo horrífico. El asunto de nueve horas incluyó bache tras bache en carreteras pavimentadas y no pavimentadas, gente que hablaba de una forma ruidosa y ridícula y canciones románticas de Celine Dion que se han traducido al español de una manera súper literal.

Cuando por fin llegamos, el ministro de la comunidad jesuita nos llevó a nuestras habitaciones. Para nuestra sorpresa absoluta, íbamos a quedarnos en los mismos cuartos desde los cuales los mártires de la UCA fueron arrastrados y asesinados en 1989. Caminar esos pasillos y acostarme en esas camas resultó una experiencia tremendamente escalofriante.

Apilamientos de libros estaban listos en la editorial. Obtengo 100 copias para llevarlas a Honduras, obsequiarlas y venderlas durante la temporada. Es un consuelo tener el texto en mano. Cuarenta años de teatro y dos años de escritura nos han llevado a este punto histórico.

El 25 de julio: hospital
Sí. Estoy en el hospital. La historia oficial cuenta que contraje una bacteria dañina al nadar en agua contaminada. Es un acontecimiento frustrante por dos razones. Primero, no nado nunca. Nadar me da asco. El agua siempre está contaminada, llena de orina de niños o las dos cosas a la vez. Me arriesgué, pero me fue muy mal. No voy a meter un pie en el agua nunca jamás. Los seres humanos evolucionamos del agua a la tierra. ¿Por qué queremos regresar al agua?

También es decepcionante porque íbamos a lanzar el libro mañana. El evento se tiene que reprogramar.

Jesuitas, miembros de la fragua y otros me visitan bajo estas condiciones lamentables. Me traen merienditas, globos y libros. Estoy cansado, débil y adolorido, pero estos pequeños episodios de compañía me ayudan a pasar el tiempo.

El 1 de agosto: el lanzamiento del libro y las despedidas
Esta noche tenemos el lanzamiento reprogramado. A causa de la cancelación por mi enfermedad, no llegó tanta gente como nos habría gustado. Así suceden las cosas. No obstante, un público aparece y el evento comienza. Edy me presenta, y yo presento partes del texto. Los actores leen dos de las secciones más conmovedoras. La primera es un relato de la actividad del teatro después del devastador huracán Mitch en 1998. La segunda es una lista de las esperanzas de los actores para el futuro del teatro. Su presentación de estos sueños me conmueve profundamente. la fragua tiene cuarenta años de rica historia, y, siempre que haya actores en El Progreso que sigan soñando el mismo sueño (siempre a su manera), la rica historia de la fragua continuará adelante.

La noche concluye con un brindis, el cual es a la vez una celebración del libro, una celebración del aniversario y una despedida. Nos vamos mañana por la mañana. Mientras que el público se va y recojo mis cositas, un hueco en mi estómago se forma. Es triste salir de un lugar donde uno ha dejado una buena parte de su corazón. Es triste subir un avión sin saber cuándo se va a volver.

A veces, pienso que soy joven y que el teatro es viejo. Pero, cuando oigo las voces de los actores en el escenario y escucho sus deseos ardientes de lanzar el teatro hacia el siglo XXI, cuando veo las graderías llenas hasta el tope en una noche de viernes y cuando siento el poder del drama en acción, me doy cuenta de la verdad: soy mayor que muchos de los actores, y la fragua va a vivir muchos años más, impulsado por una corriente constante de pura energía hondureña, arte apasionada, un público devoto y los generosos patrocinadores.

 


 

 

David Inczauskis, SJ,

David Inczauskis, SJ, es autor de La Fragua: el teatro jesuita de Centroamérica y docente visitante del español y la filosofía en Xavier University en Cincinnati, Ohio.







 

 

 

 

 

 



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