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Vol. xl # 4

Diciembre, 2019


Los cuarenta del Teatro La Fragua



Hace cuarenta años nadie imaginaba que un teatro emergería en la Honduras insignificante de Centro América, y que la patria que tanto amamos estaría sumida en la peor de las desgracias políticas y económicas de su larga historia que la llevarían a sufrir un golpe de estado y a funcionar con narco-administradores. Cuarenta años atrás no éramos capaces de pensar que nuestro futuro estaría ligado a la violencia, la migración que se induce por esa violencia y el desarraigo que se produce por esa violencia y migración que nos desvincula como familia y nos erosiona como nación.

De ese teatro surgieron enormes talentos artísticos nacionales que, como en una escuela de formación popular alternativa, se fueron abriendo paso en una sociedad polarizada, sin identidad y en la que el ministerio de cultura entendió más al fútbol que la cultura. Algunos de ellos un tiempo después se volvieron víctimas de la violencia, otros optaron por migrar y algunos más resisten encerrados en enormes naves llamadas maquilas en donde se elaboran las piezas que alimentan el consumismo mundial y denigran la actividad humana laboral.

Y sin embargo todos van por el mundo, o donde les toque, con la enorme satisfacción de haber surgido de esta escuela que, pese a tener todo en contra, le apostó a la cultura como herramienta de cambio social y construcción de otra ciudadanía. Eso han sido estos cuarenta años que hoy celebramos – me incluyo sin quizá tener el derecho – un proceso permanente de enseñanza aprendizaje con el cual el nombre de Honduras tiene otro significado en el mundo y el futuro pinta otra esperanza, aunque en el horizonte todo parezca imposible.

Los 40 del Teatro La Fragua

Teatro la Fragua llegó a los cuarenta años entre tablas de un antiguo edificio de la compañía bananera y a la sombra de varios imponentes árboles de Ceiba que se erigen majestuosos en los jardines alrededor del edificio. Dos elementos que no se pueden ignorar en la definición social antropológica de Honduras. Del primer elemento el Teatro La Fragua aprendió y enseñó a los hondureños y hondureñas a sentir en carne propia la imposibilidad de ser una nación realmente libre y nos encontramos - sin siquiera saberlo – convertidos en una especie de escuela político militar en donde se entrenaban las fuerzas militares que sembraron la guerra en nombre de la paz en Centroamérica y en los árboles mencionados la cosmovisión libertaria de nuestros pueblos originarios que nos enseñaron a leer la conexión entre las tres vidas que habitaremos a lo largo de la humanidad: el inframundo, la tierra media (nuestro tiempo) y el cielo.

Desde esos antecedentes el TLF ha venido construyendo la temporada artística con el firme propósito de no olvidar ningún detalle de la realidad con el pretexto de ser hacedores de cultura. Cada obra con su especialidad, cada especialidad con talentosos actores y actrices y estos a su vez con incuestionables niveles de calidad en la dirección y producción escénica. Quienes fuimos a las tablas esos días darán fe de lo que estoy diciendo y sabrán argumentar la tesis de que en la ciudad de El Progreso y en Honduras en general somos afortunados de contar con el Teatro La Fragua.

La temporada fue una expresión de cultura ciudadana capaz de generar conciencia e iniciar procesos de empoderamiento popular. Las obras y sus contenidos dejaron sembrada la semilla crítica en la audiencia y no tengo duda que después de verlas, los que llegamos a las tablas, salimos convencidos de ser mejores ciudadanos, estar más comprometidos con la soberanía territorial y sobre todo ser más beligerantes en temas de vigilancia social. El TLF – como todos los años desde hace cuarenta años – le sigue cumpliendo a este pueblo y desde sus temporadas sigue siendo una voz que, desde la expresión cultural, ayuda a la consolidación de una sociedad más justa y equitativa.

Ya al final de este artículo

Abrazar cuarenta años de historia en tres páginas no es fácil pero el TLF se merece todo lo bueno que de el se pueda decir y por eso me atrevo a escribir estas letras que expresan el cariño que le tengo a este proyecto y el anhelo que mantengo por que tal propuesta siga vigente por muchos años más.

La existencia, sin embargo, de este proyecto depende mucho en lo que usted y yo seamos capaces de hacer para que se mantenga vivo. Jack Warner ya nos regaló el comienzo y fraguó los primeros pasos; ahora solo nos toca seguir. Un edificio que se envejece, una estructura funcional cada vez más costosa y un abandono del estado en asuntos de cultura alternativa hacen que este proyecto esté en riesgo. Pero somos usted y yo, con lo poco que tenemos y la enorme voluntad que nos sobra, que lo podremos sostener. A veces solo es asunto de ir a las funciones, de comprar su entrada y poner algo en el sobre… a veces eso que parece tan poco puede mantener esta obra vigente para otras generaciones…

Y nunca lo olviden ni se olviden que la consigna sigue siendo la misma “tierra, aire, fuego, agua… todos y todas juntos somos Teatro La Fragua.

Hasta la próxima.”

 


 

 

--Chaco de la Pitoreta







 

 

 

 

 

 



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