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Vol. xliii #3

Diciembre, 2022




La Escuela del arte
que me está fraguando






Hace catorce años, en un típico barrio hondureño, de esos que pasan desapercibidos por el primer mundo y que son crónicamente amados por la pobreza, donde el sol se pone con un baño cálido de luz y el polvo da caricias con insistencia para aferrarse a las paredes descascaradas de aquellas humildes viviendas, un preludio de Bach sonaba.

Aquella melodía rompía la normalidad desde un pequeño televisor en el departamento de Tony Díaz, donde invitaba a sus amigos a compartir desde películas biográficas de Mozart hasta documentales sobre las hazañas de Van Halen. Tony era Actor concebido en los remanentes del huracán Mitch, provenía de uno de los barrios más pobres, y dedicaba su tiempo libre a compartir sus conocimientos en la música y culturizar a otros a través de su trabajo como actor en el teatro la fragua.

Conocí a Tony durante un encuentro de amigos en mi barrio, donde él en una improvisada invitación nos convenció a Peter y a mí (quienes crecimos juntos en la cuadra) de asistir al teatro la fragua para ver su actuación en una presentación de la obra "El Montaplatos" de Harold Pinter.

Yo jamás había visto una obra teatral y menos visitado un teatro. Mi contacto con el arte era casi nulo, limitado a algunos cuadros pintados con el profesor Menjívar en el colegio Eduardo H. Chevez allá por el 2003, mismo lugar del cual me expulsarían al año siguiente por mal comportamiento, peleas y sospechas de involucramiento en pandillas. En el 2005 llegué al Centro T. Loyola como último chance para sacarme de las calles y aprender un oficio; ahí conocí a Héctor Lezama, que también trabajaba en el teatro la fragua, y para quien no pude ser el mejor estudiante debido a mis reiterados problemas de actitud.

Llegamos para ver la actuación de Tony un día Sábado del 2008, "Esta es la tercera llamada, comenzamos" dijeron, y de inmediato Chito y Edy entraron a escena, quienes entre silencios incómodos fueron dando vida a dos asesinos que desarrollan una lucha psicológica mientras esperan por su siguiente víctima; luego se sumaron a escena Tony y Esteban, como dupla más joven entre los actores la fragua de aquel entonces. Me llené de asombro, no solamente por la actuación; me llamaban la atención las luces, el telón y el público, Qué hace esta gente aquí?, luego veía de nuevo al escenario y me preguntaba Por qué aquí? Por qué en una ciudad como El Progreso? Esto no debería ser meramente de países cultos? Es por el dinero? Quien sabe, estábamos allí con boletos para entrar gratis y ciertamente no podíamos hacer un aporte económico ya que como invitados de Tony también veníamos de un barrio con mucha pobreza y violencia, la Colonia Palermo.

Luego de la presentación de teatro pasaron algunos meses hasta volver a encontrarnos con Tony; esta vez nos invitaría a Peter y a mí para recibir el taller teatral "El evangelio en vivo", orientado al montaje de la obra El Asesinato de Jesús y que se replicaba también con muchos jóvenes en aldeas remotas del país.

Después de un par de talleres me dieron la oportunidad de quedarme. Jack Warner me recibió en su oficina indicándome que si quería pertenecer al elenco debía trabajar también en el mantenimiento del teatro junto a su técnico Walter Gonzáles (QDDG). La condición no fue sencilla, pero sería un pie imprescindible para involucrarme en todos los procesos de trabajo del teatro y su disciplina, de la cual aprendería mucho.

Con el paso del tiempo actué en más de 15 obras teatrales, formando parte también como músico en muchos otros espectáculos después de haber recibido clases de guitarra con Tony, conocimientos que poco a poco me fueron fraguando en las tablas.

Mas allá de las paredes del teatro, durante casi siete años me ofrecí como voluntario para brindar talleres teatrales en diferentes ONG S de la ciudad, experiencia que me valdría para fundar un voluntariado dentro de nuestro teatro (VOARTE), generando actividades lúdicas para niños y jóvenes de zonas rurales en El Progreso, Yoro.

Más adelante; se me presentó la oportunidad de trabajar de cerca con Jack. De este modo me convertí en su sombra durante seis años, aprendiendo de él cómo se mueve y respira nuestro teatro, también de cómo cargar con la responsabilidad de mantener el proyecto con vida. La fragua; en esta etapa me haría comprometerme con su misión mucho más allá de lo que alguna vez hubiese querido. Reflexiono por un momento y agradezco a Tony por haberme empujado hasta aquí; las calles jamás me hubiesen prometido tanto.

La misión continúa: Hoy 27 de septiembre del 2022 nos encontramos con Héctor Lezama haciendo registro fotográfico de los afectados por las inundaciones recientes en esta temporada de lluvia. La tristeza de nuestra gente es palpable, un ambiente de abandono y frío recorre los techos improvisados con plásticos donde escampan aquellos que por prevención han salido de sus hogares ante la amenaza del río Ulúa. En ese mismo bordo del Ulúa nos sentamos con Lezama, sacamos una guitarra y un tambor e intentamos desplazar la tristeza con música. El río no dejaba de rugir, pero olvidamos por un momento que estábamos ahí reunidos por una tragedia que nos coincidió a todos; y aunque aquel acto no mermaba el agua de entrar a las casas, bastaba que una de las canciones llenara de esperanza el corazón de los presentes para reafirmar que el arte no existe necesariamente para entretener, sino también para consolar a los afligidos.

Mañana, junto al elenco de la fragua nos daremos a la tarea de seguir llevando esperanza y quizás una sonrisa a los damnificados. Haremos una gira de presentaciones teatrales por la mayor cantidad de albergues posibles en esta zona norte de Honduras, lo que probablemente nos tome algunos días o semanas, no importa, allí estaremos.

Nuestra agenda navideña también está a la vuelta de la esquina; el mensaje de paz y buena voluntad llegará a los barrios de El Progreso a través de nuestros montajes teatrales con las pastorelas y villancicos. En estos tiempos agitados donde la solidaridad es tan necesaria iremos a los rincones más vulnerables; estaremos en la plaza, en una cancha de futbol y quizás también en una esquina transitada.

Somos teatro la fragua, un teatro que respira y avanza, una misión que forja y nos compromete, y que, ante la indiferencia política, nos motiva con mayor fuerza y orgullo a seguir despertando la creatividad del pueblo y su espíritu, El espíritu de cambio en Honduras.

"Tierra, Aire, Fuego, Agua, ustedes y nosotros somos teatro la fragua.".

Luis F. García.

Director Administrativo del teatro la fragua.
desde diciembre del 2020.


 

 


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St. Louis, MO. 63108
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